L. P. Lado

Un nombre, un hombre, y una idea descabellada

Impasse

Hace mucho que no escribo,
hace mucho que no vivo.
Hace tiempo
que no siento,
que no intento
ya sentir,
ya insistir.

Hace tiempo que no amo,
que no quiero,
que no puedo,
que no extraño;
que no lloro,
que no añoro,
que no escribo,
que no vivo.

Soledad, vacío y calma,
en el fondo de mi alma.
Ya no habita en mí el deseo,
ni la urgencia tan atroz
de escuchar pronto su voz
y correr ciego a su encuentro.
Ya no siento casi nada,
ya mi alma está entregada.

Llueve, metáfora gris.
Algún día fui feliz,
los recuerdos no me engañan,
traen mujeres que se extrañan,
que no fueron, que perdí.
Hoy, sólo siento
caer el agua, soplar el viento.

Pequeño poema de amor budista

Hoy cocino para vos,
hago todo con esmero
para que mi amor sincero
saborice la comida,
para que tanto tu vida
como la mía, mi amor,
tengan sabor y color,
ternura, versos y aroma;
para que cuando la coma,
sienta que estamos los dos.

Cuando está lista, te cuento,
preparo el vino y la mesa.
Mi sentimiento se expresa
en cada acción y momento,
y me hace sentir contento,
lleno de amor, pleno y vivo.
Estés o no estés conmigo,
eso en sí ya no interesa,
igual estás en mi mesa,
igual brindo hoy contigo.

No importa que correspondas,
ni que a mis versos respondas,
que estés o no estés aquí.
Hoy quiero que seas feliz,
y que mi amor sea tu amigo,
que seas feliz conmigo,
o seas feliz sin mí.

Otro día

Uno más y me voy a casa.
No… Otra vez él… sentado ahí, siempre en el mismo lugar, la mirada perdida, la barba larga, desalineado. Otra vez a pedirle que levante los pies para poder barrer, otra vez a levantárselos yo. Otra vez a decirle que cerramos, que se tiene que ir, otra vez a escuchar su balbuceo, algo así como «Roxana» o qué sé yo.
Ya tengo bastante para tener que lidiar con este tipo una y otra vez. Estoy cansado. Yo no elegí esta vida, pero tengo que comer. Quisiera sentarme y escribir un rato, pero me pagan por limpiar. Quisiera quedarme perdido como él. Pobre tipo. ¿Será feliz? En su mundo, digo. A veces sus ojos se ven vidriosos, a veces caen lágrimas de ellos, a veces sonríe. No sé si sus lágrimas son de alegría o de tristeza, si se reencuentra con alguien, un amor del pasado por ejemplo, o si corre desesperado buscando a alguien que no puede encontrar.
¿Habrá sido feliz? ¿Habrá hecho feliz a alguien? ¿Habrá alguien que lo esté buscando a él?
Me imagino que en otro lugar, en otro vagón, hay una mujer que viaja entre cabeceras todos los días, una y otra vez, perdida, como él. Me imagino que en sus cabezas se ven y están juntos, y se encuentran y se alejan y lloran y se besan, que sus vidas transcurren en un mundo que no existe pero que para ellos es el único y es real.
Me imagino que alguien barre y mueve los pies de ella y entonces esa conexión se corta y él llora; y que cuando yo lo molesto a él, la que lo pierde es ella.
¿Cómo será la vida de quien limpia en ese lugar? ¿Cómo se sentirá cuando vuelve a su casa noche tras noche?
Me imagino que si lo conociera escribiría algo así:

Su casa estaba húmeda y sola,
su cama, su cama grande y fría.
Cerró los ojos y se dejó caer,
mañana será otro día,
otro día como ayer.

No habrá otro día como ayer

No habrá otro día como ayer;
sí otro hombre, y otra mujer.
Porque ayer nos reencontramos,
porque ayer nos abrazamos
y el reloj se rindió inerte.
Treinta años de no verte…

Ya no hace falta hablar

Sentir nada más que la brisa y dejarse llevar,
por un instante, por una vida, o por la eternidad.
Para qué abrir los ojos, para qué mirar,
los dos juntos en silencio, ya no hace falta hablar.

Poder tomar tu mano
y a tu lado meditar;
el tiempo transcurrió en vano,
ya no hace falta hablar.

El agua golpea a lo lejos las rocas,
el viento nos llama, le oigo susurrar,
le oigo jugar empujando las copas,
te siento a mi lado, no hace falta hablar.

El sol ya calienta y entibia la arena,
ya abro los ojos, ya puedo mirar.
El viento ya ahoga mi llanto y mi pena,
ya no estás conmigo, no hace falta hablar.

Chuva duvidosa

¿Qué te sucede,
lluvia dubitativa,
que tanto demoras
y pasan las horas,
se pasa mi vida,
un alto en el tiempo
y en mis sentimientos
hasta que decidas
volver a buscarme,
volver a mimarme?
Lluvia bendecida,
hoy, ¿qué te detiene?

Invitación (copla primera introductoria al pedido)

El día de la tradición
aunque alguno se resista,
permítame que yo insista,
motiva a la inspiración.
Aprovecho la ocasión
aunque hoy usté ande arisca,
aunque no tenga una pizca
de onda para conmigo,
no ha de faltarme motivo
pa’ hacerle una invitación

Se va la segunda

La segunda vez quisiera
que me dijeras que sí
aunque tal vez no sea así
y el destino no lo quiera.
La vida es una quimera,
un nebuloso horizonte,
la vida todo lo esconde
a aquél que todo lo busca
si ante las penas se ofusca
y no sabe cómo ni dónde.

La segunda vez quisiera
que seas honesta contigo,
que seas honesta conmigo
la segunda vez quisiera.
Puede que haya una tercera
y quinientas treinta y dos
pero eso sólo si vos
me pedís que yo te espere,
si hay razón, sea cual fuere,
para quedar de plantón.

A veces gusto rimar
canciones y melodías,
y a veces cuento los días,
que tengo para esperar.
Hoy prefiero no pensar,
pues si hay algo que aprendí
la vida es hoy, es así…
Te pido que seas sincera,
la segunda vez quisiera
que me dijeras que sí.

Tarde

Éste es mi regalo para vos.
Sí, sé que llega un poco tarde, un mes y cuatro días si no me fallan los cálculos. Tu fecha de nacimiento no la sé, pero por lo que hablamos más o menos la deduzco.
Sé que no hablamos mucho, la distancia no es grande pero es la suficiente como para que resulte algo difícil. Encima esta semana, justo esta semana, llegaste todos los días tarde. Bueno, al menos los días que yo vine, o fui, no sé bien si vengo o si voy ni mucho menos dónde estoy.
Hubiera querido charlar un rato, invitarte a tomar algo y hablarlo, pero el tiempo y las circunstancias conspiraban en contra. Por un lado estaba el miedo de siempre al rechazo, ya sé, es mi problema, pero ahí está. Por el otro… por el otro estaba el deber ser y deber hacer y la ley y la religión y demás programas que corren dentro de mi cerebro puestos desde el inicio por una educación clásica y solamente ralentados por una posterior apertura mental a los golpes. La vida debería estudiar pedagogía, porque el único modo de enseñar que conoce es a los golpes.
Hubiera querido charlar un rato, invitarte a tomar algo y hablarlo, pero tenía miedo de ser juzgado, no debía.
Ya sé, no se entiende, pero es así.
Las circunstancias se dieron así y el tiempo fue pasando hasta que pasó lo que tenía que pasar, y entonces pude hacerlo.
Hubiera querido charlarlo, pero esta semana, justo esta semana, llegaste todos los días tarde…
No quería dejar pasar más tiempo, por eso recurrí a imprimirte la invitación y deslizarla sin llamar la atención. Simpático, ¿no? No te creas que fue fácil, todavía no me acostumbro y como nadie sabe nada, no quería ser juzgado o ponerte en evidencia.
Probablemente vayas dilucidando algo, me gusta jugar con las palabras e ir llegando de a poco a destino. Pero ya es hora de que te dé tu regalo: me separé el domingo, lo primero que hice fue invitarte a salir, porque antes no podía. Espero que sea de tu agrado, aunque haya llegado tarde…