Tarde

por L. P. Lado

Éste es mi regalo para vos.
Sí, sé que llega un poco tarde, un mes y cuatro días si no me fallan los cálculos. Tu fecha de nacimiento no la sé, pero por lo que hablamos más o menos la deduzco.
Sé que no hablamos mucho, la distancia no es grande pero es la suficiente como para que resulte algo difícil. Encima esta semana, justo esta semana, llegaste todos los días tarde. Bueno, al menos los días que yo vine, o fui, no sé bien si vengo o si voy ni mucho menos dónde estoy.
Hubiera querido charlar un rato, invitarte a tomar algo y hablarlo, pero el tiempo y las circunstancias conspiraban en contra. Por un lado estaba el miedo de siempre al rechazo, ya sé, es mi problema, pero ahí está. Por el otro… por el otro estaba el deber ser y deber hacer y la ley y la religión y demás programas que corren dentro de mi cerebro puestos desde el inicio por una educación clásica y solamente ralentados por una posterior apertura mental a los golpes. La vida debería estudiar pedagogía, porque el único modo de enseñar que conoce es a los golpes.
Hubiera querido charlar un rato, invitarte a tomar algo y hablarlo, pero tenía miedo de ser juzgado, no debía.
Ya sé, no se entiende, pero es así.
Las circunstancias se dieron así y el tiempo fue pasando hasta que pasó lo que tenía que pasar, y entonces pude hacerlo.
Hubiera querido charlarlo, pero esta semana, justo esta semana, llegaste todos los días tarde…
No quería dejar pasar más tiempo, por eso recurrí a imprimirte la invitación y deslizarla sin llamar la atención. Simpático, ¿no? No te creas que fue fácil, todavía no me acostumbro y como nadie sabe nada, no quería ser juzgado o ponerte en evidencia.
Probablemente vayas dilucidando algo, me gusta jugar con las palabras e ir llegando de a poco a destino. Pero ya es hora de que te dé tu regalo: me separé el domingo, lo primero que hice fue invitarte a salir, porque antes no podía. Espero que sea de tu agrado, aunque haya llegado tarde…